¿Alguna vez te has desanimado tanto que te querías morir? Eso le pasó al gran profeta de Dios Elías. Él era un poderoso hombre de Dios; pero también era un ser humano vulnerable.
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Santiago 5:17,18
Otra poderosa oración que hizo Elías fue cuando desafió a los profetas de Baal a invocar a su dios y pedir que mandara fuego para el sacrificio. Desde la mañana hasta el mediodía, gritaron: «¡Baal, respóndenos!» Brincaban alrededor del altar; pero no hubo nadie que respondiera. Gritaron con fuerza y se cortaron con cuchillos y lanzas, hasta quedar bañados en sangre; pero no hubo respuesta; nadie prestó atención.
Entonces Elías tomó doce piedras, una por cada una de las tribus de Israel, y construyó un altar en honor del Señor y cavó una zanja a alrededor. Puso leña sobre el altar y descuartizó un buey, que puso sobre la leña. Tres veces vertió agua sobre el altar, de modo que llenó de agua la zanja que había hecho.
¡Qué fe tan extraordinaria en un Dios todopoderoso! No se puede prender fuego en leña empapada de agua. Elías sin duda quería mostrarle a la gente el Dios tan maravilloso a quien servía es realmente poderoso.
Entonces el Profeta hizo una simple oración, y cayó fuego del cielo. El fuego consumió
- el holocausto
- la leña
- las piedras
- el suelo
- el agua
El fuego lamió el agua de la zanja. ¡El fuego lo quemó todo! ¡Lo único que quedó era un inmenso hueco!
«¡Agarren a los profetas de Baal! — ordenó Elías–. ¡Que no escape ninguno!» Los llevó a un arroyo y allí degolló a los 450 profetas idólatras.
Elías estaba indignado porque el pueblo de Israel cavilaba entre dos opiniones: servir al Señor Dios e inclinarse ante el ídolo Baal. Cuando Dios envió fuego del cielo, ¡la gente se postró y declaró que el Señor es Dios!
La malvada reina Jezabel estaba furiosa. Fue ella que había incitado al pueblo a servir a Baal. ¡Y ahora Elías había matado a los 450 profetas de este Dios falso! Ella le mandó decir que había jurado que lo mataría. Por eso Elías estaba desanimado. Creía que era el único que servía al Señor. ¡Estaba amenazado! ¡Estaba solo! Y quería morirse.
Podemos sentirnos así a veces. Es entonces que necesitamos el susurro apacible y delicado de nuestro precioso Salvador.
[Dios dijo a Elías]: «Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová.» Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
1 Reyes 19:11,12
¡Siete mil en Israel no habían doblado la rodilla ante Baal! Y para Elías había nuevas tareas. Cuando llegó el momento de que Elías dejara esta tierra, Dios envió un carro de fuego con caballos de fuego para escoltarlo a su hogar eterno. ¡Elías subió al cielo en un torbellino!
A la reina malvada, que había jurado matarlo, ¿qué le pasó? Lee 2 Reyes 9:30-37. Los perros se la comieron. Lo único que quedó de ella era el cráneo, los pies y las manos. Tal fue el final de la reina más malvada que Israel jamás tuvo.
El profeta desanimado necesitaba descansar. La emoción del desafío con los falsos profetas lo había agotado. Elías también había tenido un largo viaje. Cuarenta días caminó hacia Horeb, el monte de Dios. Antes del viaje, Dios había enviado un ángel con pan y agua para fortalecerlo. ¡El pan y el agua del cielo lo fortificaron durante cuarenta días! (Lee 1 Reyes 19:1-10.)
El tema de esta semana, en el abecé de la fragancia, es QUIETUD. Eso es lo que necesitaba Elías, una brisa suave y delicada de descanso en el Señor.
Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» Y no quisisteis. Isaías 30:15.
Abracemos el silbo apacible de fortaleza y aliento. Es triste ver lo que dice acerca del pueblo de Dios: y no quisisteis.
«Estad quietos y conoced que yo soy Dios» (Salmo 46:10). Cualquiera sea tu situación, nada se compara con un silbo celestial dulce y apacible. El viento, el terremoto y el fuego son elementos poderosos, pero para la quietud del alma, nada se compara con momentos de quietud en le presencia del Señor.
Dios susurra con amor. ¡Escucha su suave y dulce voz!
La Perlita 475
Historia: 475 Elías y la brisa suave y delicada
Historia en color: 475 Elías y la brisa suave y delicada color
Lección bíblica: 21 Quietud y confianza de Elias
Para colorear 1 por hoja: 475 Actividad grande 1
Para colorear 2 por hoja: 475 Un silbo suave Hoja
Póster: 475 Poster Salmo 46_11
Tarjetas bíblicas: TB Salmo 46_11 A4: TB Salmo 46_11 A4
Láminas: 475 CO Silbo 475 GR Silbo 475 BN Silbo
Multimedia PDF: 475 Un silbo delicado
Actividad 1 por hoja: 475 Actividad grande 2
Actividad 2 por hoja: 475 Pupiletras Quietud
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